
Hace tiempo, en un lago cercano al pueblo donde vivía, un joven nadaba en el lago en un intento de refrescarse en aquel inusualmente calido verano. De repente algo brilló en el fondo del lago. Nadó hasta llegar al sitio donde parecía estar y se dió cuenta de que era un rubí del tamaño de una mandarina. ¡¡Había encontrado un tesoro!! Sintió una gran emoción y alegría porque ahora podría venderla y ser rico. Siguió mirándolo unos momentos y acto seguido lo cogió y saliendo del lago se encaminó a su casa. Gran parte del camino estuvo deleitándose en la perfección y el hermoso color del rubí. Tanto llegó a gustarle que decidió no venderla, sino guardarla en una caja fuerte para poder ver aquella bella obra de la naturaleza cuando quisiera.
Pasaron muchos años y este joven dejó de serlo. Envejeció solo y aunque nunca pasó hombre a final de mes tenía una billetera ayuna de billetes. Cuando murió nadie le heredó porque no tenía descendencia. Nadie supo nunca que había encontrado un rubí en aquel lago, quedó escondido enterrado en la tierra en una caja fuerte. Pasó mucho tiempo hasta que alguien encontró ese caja y pudo abrirla. Este joven en cuanto llego a su ciudad vendió la joya y se compró una casa lujosa, y viajó por todo el país. En un pueblo en los que estuvo hospedándose en ese viaje encontró a una chica con la que se casó y tuvieron un hijo que heredó la casa, terrenos y una nutrida cuenta en un banco extranjero de prestigio.
Si alguien entendió no siga leyendo. Pero sin embargo no entendió aqui tiene mi cosecha:
Hay cosas buenas y especiales que cuanto mas se guardan mas pierden su valor.
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