15 noviembre 2008

Triunfo

El despertador siempre sonaba de la misma estridente e inoportuna manera. Con mas desgana de lo habitual alzó la mano y aporreándolo para intentar apagarlo lo tiró al suelo haciendo añicos el cristal.No le importó en absoluto, ¿para qué iba a molestarse siquiera en recogerlo si no iba a volver a ese piso? Se levantó rascándose la espalda, habito involuntario que le habia acompañado muchos años. Se lavó la cara y se afeitó haciendose un corte en el mismo sitio de siempre; el día había empezado rutinario, caso del despertador aparte. "Giro 90º a la derecha, dos pasos hacia delante, cierro la puerta del baño, ahora giro a la izquierda, diez pasos hacia delante, vuelvo a girar a la derecha y entro en mi cuarto. He pisado quince diferentes baldosas de dos colores distintos". Conocía tan bien el sitio donde vivía que a veces se sentía asqueado de la monotonía,si hubiera tenido dinero habria cambiado hasta el último rincón de su piso una vez cada diez o doce meses.
Pero eso ya daba igual, todo le daba igual esa mañana; porque ese día iba a tirar al vertedero toda esa tediosa monotonió y todo aquello que le agriaba los buenos días antes de que lo hiciera su trabajo o su familia. Ya en su cuarto se fue directo al armario y sacó un traje negro con finas rayas grises verticales, una camisa blanca y una corbata a rayas blancas y negras. Se vistió repitiendo el nudo de la corbata cuatro veces hasta que le salió impecable; otra nota rutinaria que señalar en su diario de aquel 23 de Mayo.
Cogiendo su cartera y sus llaves, abrió la puerta que daba a las escaleras, miró hacia dentro y arqueando ampliamente su sonrisa cerró la puerta suavemente tras él; en su mente se escribía la palabra: "Adiós". Bajó los tres pisos hasta la calle jugueteando con el llavero y con una sonrisa de oreja a oreja. Por primera vez en muchos años no le molesto que el sol le deslumbrara al salir a la calle, o por lo menos no lo manifestó abiertamente. Eran las 7.30 de la mañana, se paró justo al salir del portal y miró a ambos lados para comprobar que todo seguía ahí; el hombre de la cafetería de enfrente limpiando con un trapo la barra, una chica joven de el edificio adyacente saliendo a pasear a su cocker, el mismo camión del supermercado de la esquina… Solo una cosa hacía que ese día fuera a ser diferente; el hecho de que hoy iba a ver a su madre, verla… era todo un acontecimiento, ya que estaba el trato que tenía con ella era oìrla por telefono cada cumpleaños felicitarle como si hablara con un trozo de pared, y cada navidad con un tono que congelaría los tempanos que se formaban en la ventana. En el fondo sabía que élla nunca le haba querido, solo su padre y en pequeñas dosis, no fuera que su hijo desarrollara un carácter blando o consentido.

Se encaminó hacia su coche, un precioso automovil de motor alemán y carrocería inglesa que le costó el equivalente a muchos meses de sueldo, quizás demasiado para lo poco que lo iba a usar, claro que eso en un principio no lo sabía. Arrancó el coche y se dirigió al punto convenido, la esquina de un parque a 500 metros de distancia de su piso. Allí estaba ella esperándole, vestida con un traje de chaqueta rojo oscuro y con la misma expresion seria, y con el frecuente matiz de tedio. No hubo saludos, solo paró el cochea su altura y ella entró.

-¿Por qué querías verme hoy madre?
-No quiero verte.
-Eso no es noticia.
-Tu padre quería que te viera en persona.
-Podría haber venido el env ez de mandarte.
-Ya no se encuentra con fuerzas casi para salir a la calle.
-Dile que espero que se recupere.
-¿Lo esperas de verdad?
-Muy a medias.
-Entonces ¿hay algo que quieres que le diga?
-Acabo de decírtelo.
-Tu hermano también te manda saludos, ¿le digo algo de tu parte?

-Que no siga perdiendo el tiempo con esa mujer.
-Sabía que dirías eso.
-Por algo eres mi madre, ¿no?
-Ciertamente… Bueno, te traigo tambien un mensaje de Laura, dice que quiere volver a verte.
-Creía que había dejado todo claro ya…
-Pues se ve que algo no dejaste. Nunca has sabido desenvolverte bien con las mujeres.
-Para lo que me han servido todas y cada una de ellas.
-Bueno, ¿Qué le respondes?
-Que no se tome la molestia de recordarme.
-Anotado. Ahora viene la ultima parte de nuestro encuento.
-¿Y esa parte es…?
-Quiero que me respondas varias cosas. Entre ellas el por qué has dejado tu trabajo y tu piso.
-Bueno, me parece lo mas apropiado dadas las circunstancias.
-¿Que circunstancias?...Bueno, da igual, tu sabrás lo que haces con tu vida; cuando por fin habías conseguido un trabajo más o menos bueno y un poco de estabilidad la arrojas por la ventana. Es curioso...

-Es muy sencillo, pero mejor que explicartelo, quiero que veas el porqué.
-¿Se puede ver entonces?
-Más o menos, llegaremos en unos 5 minutos al lugar donde se encuentra, ¿podrás esperar callada?
-No tengo nada mas que hablar contigo.

Durante la conversación se habia dirigido hacia las afueras de la ciudad, y ahora se salió de la carretera y tomó un camino hacia la derecha campo a través por algunos minutos.

-Ya han pasado los 5 minutos, ¿falta mucho?
-No.

Pasaron un par de minutos cuando frenó el coche y le hizo un ademán a su madre para que bajara. Estaban enfrente de un paso a nivel.

-No entiendo porque me has traido aquí.
-¿Sabes lo que hay detrás de esas vías de tren?
-Si, es un término municipal, ¿pero que tiene que ver eso ahora?
-Acabas de pronunciar la palabra término, solo que desde otro punto de vista al mío; para mí esas vías también son un término.

-¿Pretendes escapar cruzando esta... especie de frontera?
-Si, pero yo voy a cruzar otra frontera.

A lo lejos empezó a sentirse un tren aproximarse. Entró sin perder un instante en el coche, lo arrancó y por la ventanilla le hizo señas para que se apartara. Cuando el tren estuvo lo bastante cerca como para asegurarse de no fallar, aceleró hacia él.

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