16 diciembre 2008

Caminando por Anasia I


Primavera


No puedo explicar cómo, pero la verdad es que de repente aparecí en el lindero de un bosque, que luego sabría que se llamaba Anasia, sin ningún tipo de recuerdos, sólo mi nombre y la consciencia de haber existido antes en algún otro lugar. Miré atrás pero no había nada más, no me refiero a nada en el estricto sentido de la palabra sino a nada relevante, sólo una llanura espaciosa y grande hasta donde llegaba la vista. Volví mi cabeza otra vez hacia el bosque y por un momento creí que los árboles se apartaban para hacerme un camino; en mi cabeza bailaban de la mano varios pensamientos: ¿Qué hago aquí? ¿Qué es este sitio? ¿Estoy solo? ¿Dónde voy?...
Creo que alguien tuvo que leer mis pensamientos porque en ese momento hojas a los pies de los árboles se arremolinaron frente a mí y señalaron hacia el interior del bosque. Arrugué los ojos tratando de ver lo más lejos posible, pero había muchos árboles y no podía ver bien; aún así el camino parecía seguro y decidí seguirlo.
Nunca podría haber imaginado que algo tan precioso existiera: verdes y altos árboles flanqueaban el camino y el suelo estaba recubierto de un césped muy cuidado, el sonido de un pequeño río que pasaba junto al camino era como si la naturaleza cogiera sus instrumentos y me mostrara su música. Sin parar de andar llegué a un pequeño arroyo donde me senté metiendo mis pies en la clara y refrescante agua; me desabroché la camisa y me tumbé a descansar un rato cobijado por la sombra de los árboles. Al poco tiempo estando a punto de dormirme sentí como algo pequeño se posó encima de mí; me incorporé rápidamente un poco asustado pero me calmé al darme cuenta de que era un pequeño pájaro. Sonreí, me miró y empezó a cantar; tardó poco en irse volando pero no me dejó solo, se acercó un ciervo a beber del arroyo y poniéndome junto a él le acaricié la cabeza. El ciervo también se fue al cabo de un rato y me quedé sentado mirando hacia arriba, cerré los ojos para oír mejor todos los sonidos a mí alrededor: el agua, el viento, los animales, las ramas de los árboles… hasta que oí un sonido grave y profundo que no conocía. Me levanté y miré a todas partes intentando ver quién lo hacía o de donde venía, pero se fue apagando lentamente antes de que consiguiera saberlo. Miré a mi alrededor pero ya no recordaba el camino por el que había venido; al otro lado del arroyo parecía haber una especie de camino, pensé que si lo seguía me llevaría a algún sitio con suerte habitado. Podría haber bordeado el arroyo, pero en ese momento me apeteció bañarme así que lo crucé a nado; ya en la otra orilla esperé unos minutos a secarme un poco y cuando me disponía a tomar el camino conocí a dos extrañas criaturas de las muchas que hay en Anasia. Una pareja de aves muy extrañas aparecieron en una rama de un árbol cercano; “Por ese camino entraste al bosque, ¿tan rápido quieres volver?” me dijo uno de ellos. Ambos me miraron esperando una respuesta, pero de mis labios sorprendidos no salía ninguna, ¡¡estos pájaros podían hablar!! “¿Te has quedado mudo?” Me preguntó el otro.”Eh…esto…no, no quiero volver, pero… ¿quiénes sois?” habría dicho qué sois, pero hubiera sido un poco maleducado pensé. “Somos tus dos Guardias Alados, como los de cualquier desconocido que entra en Anasia.”
Así que eran mis guardias, entonces ellos deberían conocer bien el bosque. “Si este camino fue por el que llegué hasta aquí ¿Por donde continua? No lo encuentro.”
Uno de los Guardias miró al otro y negó con la cabeza. El otro me miró y me dijo:

“¿No te has dado cuenta de que el camino sigue exactamente los pasos que tu marcaste?” Me quedé unos segundo intentando recordar, pero siempre había visto el camino delante mía, así que le dije que no había sido así, que nunca había visto el camino abriéndose a mis pies. El Guardia que me hizo la pregunta empezó a reir y el otro miró hacia abajo y al momento me miró y me dijo con un tono cercano a la mofa: “Eres un visitante muy divertido… y un poco lento. ¡Nadie dijo que se abriera a tus pies! Tu tenías en mente una idea, caminabas con un rumbo… le estabas indicando al bosque con tus pensamientos por donde tenía que crear tu camino.” No me esperaba esa respuesta… ¿significaba eso que el bosque conocía mis pensamientos, que estaba vivo? Pasaron varios minutos en los cuales yo estuve pensando en todo lo que había visto y oído en este bosque, los Guardias en silencio me observaban.
Un rugido de león retumbó en las cortezas de los árboles y los Guardias se fueron volando por entre las ramas. Una de las ramas por donde pasaron continuó agitándose cuando el resto alrededor ya estaban quietas; me quedé observándola, pero no entendía el porqué continuaba moviéndose sola. Casi sin darme cuenta una hoja seca cayó a mis pies, se detuvo en el suelo y se giró hasta señalarme con su parte mas estrecha. Me agaché a recogerla y ví que tenia un mensaje escrito con fragmentos diminutos de pétalos. En la carta se leía el siguiente mensaje:

Solo te pido que tengas en cuenta estos consejos:

1) Nuna pises las hierbas que no conoces.
2) Siempre ten en mente a donde quieres llegar.
3) Nada te hará daño si no se siente amenazado.
4) En este bosque, todos responden ante Rok.

Anasia

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